sábado, septiembre 11, 2010

El retorno...

Una vuelta más y estoy perdida. Me ordeno sentarme y abrir ese cuaderno que ha tragado todo el polvo del olvido. No quiero escuchar. Tengo miedo de acercarme demasiado. Alguien me lanza frases temblorosas, y en la mezcla diluida de sondios, alcanzo a entender que el estilete se ha extraviado, esa hoja afilada por silencios, a manos de una memoria cada vez más mentirosa.
Debo buscar en maletas, en aviones que jamás despegan, en corazones de bebé sobre pechos blandos de abuelas.

El miedo gira en mi estómago; en la garganta se enredan el trago de café, la voluta de humo, la saliva.
Abro el cuaderno lentamente, con timidez de niña ante el desconocido abrazo. Recorro el último poema y acude un asco de historia antigua. Prisa por abrir una ventana, llanto por el aire impávido, niebla de un sol que ya he perdido.

Cardúmenes veloces timbran en mi vientre. Me ruegan que los deje libres, pero ellos se entreveran con caminos de corales rojos: estrelladas multitudes. ¡Para de llorar! gritan sus vuelcos. El tiempo y el perdón recorren calles cruzadas pero jamás se encuentran.

Perdón es tiempo de guerra, garras desgastadas trepando la montaña que me aplasta.
Imagino y la mirada se me ensarta en las tinieblas.
Espero una flecha que rasgue esta noria de recuerdos.

El mareo acusador me conduce hasta la cama donde soy un caracol.
Aun con el silabro de mi antigua voz no termino de abrumarme.

También de no escribir se escribe.

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