lunes, septiembre 13, 2010

EL SUSPIRO DEL VACÍO




Juliana soñó que se llamaba Ausencia.

¿Es verdad el peligro en la amenaza de un sueño que siempre es cobarde?, pregunta a la mañana y le responde el suspiro del vacío. Es la flama vacua. Quiere saber si aún vive algo en ella, algún residuo que haya logrado soportar su solivianto, el envenenamiento a escondidas, esa manía de asistirse por la magia.

En la desesperanza asalta el hambre de imprimirle al tiempo una reversa vertiginosa. Cuando recuerda, anega el seco lago de deseos y cruza el puente de la nostalgia para estar a salvo.

Juliana escribe:
Podría entender. Quiero entender ahora, pero mi sangre rompe en hervores cuando recuerdo. Puedo acomodar asaltos del pensamiento como ordenar ropa en los cajones, ¿pero en el alma?
La razón, la inteligencia, están provistas de un archivo; el alma es diferente. Ésta vive distraída y de pronto un día la acuchilla una verdad, y todo en esa órbita se inquieta y se aborrasca. En ese lugar no hay armarios donde doblar los sentimientos. Es perfecta nebulosa que jubila prematuros juicios, escondite apócrifo que cierra la mirada y sin querer aguarda.

Siente a su mirada desangrarse, el sabor del tacto se ha hecho piedra; el tono se le escurre y no puede hablar sino en la nebulosa travesía de palabras.

Quiero saber si en mi último momento podré sentir la danza transparente que bailan los enamorados.

Por los agujeros de su laberinto se escapa el golondrino del amor, no sin antes estampar su vuelo contra muros cada vez más apretados. Su desfallecer en verso la despierta.

Estoy leyendo sobre el túnel de la muerte.


A.K.L
(poema en prosa inédito)

sábado, septiembre 11, 2010

Retorno


Regreso

Qué se puede decir después de tanto?
Inclino la mirada hacia mis manos y están cansadas
Demasiado verme adentro
demasiadas noches peleando con la querencia
tango amor y yo sin música...

El retorno...

Una vuelta más y estoy perdida. Me ordeno sentarme y abrir ese cuaderno que ha tragado todo el polvo del olvido. No quiero escuchar. Tengo miedo de acercarme demasiado. Alguien me lanza frases temblorosas, y en la mezcla diluida de sondios, alcanzo a entender que el estilete se ha extraviado, esa hoja afilada por silencios, a manos de una memoria cada vez más mentirosa.
Debo buscar en maletas, en aviones que jamás despegan, en corazones de bebé sobre pechos blandos de abuelas.

El miedo gira en mi estómago; en la garganta se enredan el trago de café, la voluta de humo, la saliva.
Abro el cuaderno lentamente, con timidez de niña ante el desconocido abrazo. Recorro el último poema y acude un asco de historia antigua. Prisa por abrir una ventana, llanto por el aire impávido, niebla de un sol que ya he perdido.

Cardúmenes veloces timbran en mi vientre. Me ruegan que los deje libres, pero ellos se entreveran con caminos de corales rojos: estrelladas multitudes. ¡Para de llorar! gritan sus vuelcos. El tiempo y el perdón recorren calles cruzadas pero jamás se encuentran.

Perdón es tiempo de guerra, garras desgastadas trepando la montaña que me aplasta.
Imagino y la mirada se me ensarta en las tinieblas.
Espero una flecha que rasgue esta noria de recuerdos.

El mareo acusador me conduce hasta la cama donde soy un caracol.
Aun con el silabro de mi antigua voz no termino de abrumarme.

También de no escribir se escribe.