viernes, septiembre 29, 2006

LA PRIMOGÉNITA

Van a dar las cuatro y yo ando como maíz a punto de explotar en palomita. Un calor agónico se me incrusta en el ala derecha y no puedo conducirme equilibradamente. Luna me dice que me calme, que no pasa nada. (Asombro al escucharme en la blanda voz de una hija).

A veces odio tanto a esa otra que le da por ser protagónica. O no sé, lo cierto es que el inconsciente es más fuerte que el amor.

Es viernes 22, mi padre se casa dentro de tres horas, a "escasas" dos viudeces. Por más que quiero decirme que no es para tanto, algo en esta encogida memoria me dice que sí. Voy camino a elegir un vestido para mi hija y otro para mi sobrina, hija de Katy, mi hermana. Gracias a Mague hago esto, si no, creo que daría igual. Estoy demasiado petrificada como para ocuparme de exteriores.
Somos lo mismo: Noali, la hija de Katy, es yo 35 años atrás. Luna, mi hija, es mi hermana 35 años antes: buscando vernos lindas, aceptadas, incluidas en el segundo matrimonio de Walter, hace 35 años.

Cuando papá perdió a mi madre, el canto inocente que llevo dentro, creyó que no existía el peligro de compartir esa mitad de amor, que la vida "magnánima" le había dejado. No fue así. Nueve años después, esa fracción se esfumaba en el vapor de un nuevo matrimonio, otros hijos, otra casa.

¿Para qué escribo esto? Debo rescatar aquellos sentimientos que no por pertenecer a una niña los hacen más pequeños. El desconcierto se tatua para siempre.

Al observar de lejos a mis otros hermanos, hijos de Tala (segunda esposa), no pude sino empatizar con ellos. Quise decirles frases filosóficas que sólo he aprendido pero jamás he puesto en práctica; quise abrazarlos como hubiera yo querido que su madre me abrazara aquel día de su boda; quise bromear con ellos, y llorar -¿por qué no?- ante la felicidad de nuestro padre y nuestro propio terremoto. Mas el llanto congelado me apretó la víscera. La verdad es que el tiempo, empapado en silencios, congela hasta el más puro y auténtico atisbo de caricias.

Mañana será otro día. Mañana mi padre me dirá: ¿de cuáles hermanos estás hablando? O tal vez también agregue: Todo evento familiar es traumático...

Sólo me queda respirar hondo y profundo, recorrer el océano de la historia; brindar por todos, por mí, y navegar....

Atravesar la vida.