viernes, septiembre 30, 2005

Detener la vida

Aprovecho que la vida es efímera. ¿Qué tal si yo vidara para siempre?
Me enrredo en la desvelada flama de una pantalla. ¿Qué tal que la luz fuera velada?
Encuentro que vivimos hacia adentro y afuera sólo navegamos. ¿Qué me parecería sufragar adentro?

A veces creo que existir es todo. Otras veces me basta con un poco de creer. Y mi sitio es precisamente éste: escribir.

Hoy tuve que detener la vida. Ella me detuvo en la pausada voz de un ángel viejo: "Señorita, por favor, vivo sola allá arriba, cómpreme algo".
Vi su cajita de cartón con cuatro paquetitos de chicles, dos de cacahuates, uno más de semillitas... Le ofrecí una moneda. Sin tomarla me extendió un paquete. "No, no", le dije, "no me dé nada, véndalo más adelante".
"Lo siento", contestó con harta tristeza, "no puedo agarrar dinero si usted no toma algo a cambio". Me atreví a decirle una gran mentira: "es que estoy a dieta". Luego pensé que la pobre y diminuta anciana ni idea tenía de mis palabras, así que tomé el bultito y ella tomó la moneda.

La vida es efímera, gracias a los ángeles que nos la dictan, y gracias a que estamos aquí para escribirla.